Cualquier forma de arte es la confesión de que la vida no basta.

Fernando Pessoa.


Lo fugaz -consentimos- es algo que dura muy poco tiempo; tiempo breve, casi imperceptible, que podemos pensar como (o por) un instante; es decir, como su propia definición. ¿Una tautología necesaria?


¿Qué es lo que dura un tiempo breve? ¿Es el instante una medida temporal? ¿Es breve un video de cuarenta y cinco minutos?

San Agustín suplica a Dios que le diga qué es lo que mide cuando dice "este tiempo es más largo que aquel otro":

¿Qué es el tiempo?,

se cuestiona y sostiene que, si nadie se lo pregunta, él sabe la respuesta. Pero si tuviese que explicárselo a alguien no sabría cómo hacerlo.


¿Cuánto tiempo lleva explicar el tiempo?

Una paradoja que parece estar presente en la obra de Rocío Blati: un video con el que intenta registrar un instante o momento determinado de un día cualquiera -aunque no cualquier día para ella-. Se pregunta sobre como "atesorar un recuerdo" aunque naturalmente indague sobre la imposibilidad de hacerlo.

Pese a ello, lo intenta.

A partir del registro de un momento determinado del día.

Sin embargo, ese ejercicio -en tanto intento de registrar un instante tal cual lo presenciamos- es inútil, un capricho obstinadamente persistente.

La utilidad del ejercicio -no porque el arte tenga que servir de algo, ni mucho menos porque sea útil- radica en aquello que deviene operación artística. "El estudio de un suceso", en palabras de la artista, que plasma en una suerte de escena que se constituye de un tiempo que ya no es ni mucho, ni poco, ni fugaz. Simplemente ya no es.

Es ahora temporalidad de un video que dura cuarenta y cinco minutos.

Es estructura narrativa.

Es paisaje.

Es una escena que aparece.

Que está ahí.

Servida, como señala Andrea Ostera.



Pablo Silvestri

Rosario, 22 de febrero de 2019