El hoy fugaz es tenue y es eterno; otro Cielo no esperes, ni otro Infierno. Jorge Luis Borges


Eran gentes de vidas lentas, a las cuales no se les veía volverse viejas, ni enfermarse ni morir, sino que iban desvaneciéndose poco a poco en su tiempo, volviéndose recuerdos, brumas de otra época, hasta que los asimilaba el olvido. Gabriel García Márquez


FREDI: — Ésta sería la parte… esta parte acá (se toma y señala su muslo), la parte trasera, acá va toda la “pulpa especial”.
C.H:    — Claro…
FREDI: — Después tenés los garrones, que te los dejo enteros. Ah, acá está, ¿
ves? Éste está entero.
C.H:    — ¿Estos cuántos días tienen?
FREDI: — Y…si vos los querés limpios, limpios… ¿Vos los querés limpios?
C.H:    — Así, algo así (señala un hueso con un poco de carne).
FREDI: — No, dos o tres horas y después los metemos en el freezer de vuelta.
C.H:    — Está bien, porque si yo vengo a trabajar un martes… ¿Vos empezás a juntar los huesos cuándo?
FREDI: — No, tenemos, tenemos. Yo ya te junto el viernes, sábado y el lunes.
C.H:    — Está bien, yo te avisaría.
FREDI: — Avísame dos o tres días antes de la muestra.
C.H:    — Dale, igual es una obra efímera. Todo se va a descomponer, es esa la obra. Con materiales de desechos…


Quien conoce la obra de Carlos Herrera sabe que el artista investiga —entre otras cosas— a partir de ideas en torno al tiempo y la muerte. 
El hombre siempre ha intentado cambiar lo irremediable e irreparable de su finitud, aún cuando ésta sea una condición de posibilidad que define su propia existencia. Somos seres transitorios, íntimamente ligados al tiempo (al paso del tiempo) y a la implicancia que ésto encierra: el olvido. 
Es por eso que seguimos “accionando”, para dar testimonio de nuestro paso fugaz por la vida, simplemente para no ser olvidados. Por eso toda obra de arte, más allá de su materialidad o forma en la que se la presenta o representa, es una manera de resistir al tiempo, un artilugio con el que nos rebelamos ante la posibilidad de ser olvidados.

Carlos indaga sobre los grandes temas de la (su) vida. Su obra es autorreferencial y autobiográfica, susceptible de ser considerada un retrato contemporáneo. Trabaja con materiales orgánicos, de desecho, precarios, objetos personales que ha usado, que luego serán basura. Esto nos permite preguntarnos (aunque sea una pregunta primitiva) ¿Qué pasará con su obra? ¿Qué quedará de su acción? Bueno, podemos afirmar —entre otras cosas— que lo que queda es justamente la huella de esa acción que muestra en el espacio expositivo. Lo que se muestra señala lo que ya no está.1 Es efímero. Finito. Como la vida. Como su vida. 
Su obra, fundamentalmente, problematiza el tiempo (la fugacidad del tiempo en este caso). Se constituye como una acción pasajera y momentánea; de carácter perecedero —como muchos de los materiales que utiliza para construir sus piezas—. El artista contextualiza su producción en el espacio de La Toma2 para darle sentido artístico a su intervención. Se apropia no sólo de la sala de exposiciones sino también del espacio que aloja a la galería: la cooperativa de trabajadores en la que funcionan distintos micro-emprendimientos de los que se nutre (en parte) para construir su propia obra. De hecho, el diálogo que da inicio a este texto sucede entre el artista y Fredi, un cooperativista que trabaja en la carnicería ubicada exactamente arriba de la galería. 
Esta apropiación da cuenta de un proyecto específico para este sitio, que recupera no sólo la dimensión física del lugar, sino también su valor simbólico, su carga significativa, social, política, educativa y relacional. Esta correspondencia entre piezas y espacio da lugar a una instalación en la que se sustenta el sentido final de la obra.

Mi silencio miseria es una acción efímera, un proyecto específico para este espacio en particular. Diez horas de acción en las que se servirá una sopa de verduras mientras se hierven huesos con restos de carne vacuna. Una intervención conformada por tres esculturas de techo realizadas con desperdicios y tiempo. Tiempo con el que el artista ya no cuenta. Tiempo que se ha transformado en materia constitutiva de su propia obra. 
Pero, ¿Cuál es el sentido de abordar esta acción desde el campo del arte? Ninguno, si no entendemos que la realidad conocida, la que nos consta y experimentamos todos los días, puede ser desplazada. Que los rituales contemporáneos —un simple diálogo, por ejemplo— pueden ser corridos de su significación para ser llevados a un campo del arte donde las relaciones humanas se han convertido en formas artísticas plenas.3

En la contienda contra el olvido (que es el tiempo que nos tomará morir) es donde el artista pretende dejar su huella, construyendo un momento que dará testimonio de su paso por la vida, aún cuando la muerte sea inevitable. Porque todos queremos esquivarle al olvido, incluso Fredi, el carnicero.


Pablo Silvestri
Rosario, 11 de mayo de 2016
Para "Mi Silencio Miseria" de Carlos Herrera




(1) DE CERTAU, Michel. La invención de lo cotidiano. Valencia. Pre-textos, 1998. (pág. 121).
(2) GALERÍA LA TOMA es un espacio dependiente de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario, ubicado en el subsuelo del inmueble en el que funciona la Cooperativa de Trabajadores en Lucha “La Toma” (de aquí obtiene la galería su nombre), en calle Tucumán 1349 de la ciudad de Rosario. Este último es un establecimiento recuperado y puesto en funcionamiento por los trabajadores del (ex) Supermercado Tigre S.A. en julio de 2001, luego de que la empresa presentara quiebra durante la crisis financiera y política de ese mismo año. Los trabajadores no sólo tomaron el espacio para mantener su fuente de ingresos, sino que también decidieron dar lugar a distintos proyectos culturales y cooperativos.
(3) BOURRIAD, Nicolás. Estética Relacional. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2007. (pág. 31).